Los Cielos de Júpiter: Plan de Escape

Cuando los corredores de la "Supremo Conocimiento" comienzan a vaciarse, se hace vidente que algo anda mal.

Cuando Diana, Genevieve y su equipo finalmente alcanzaron la posición del grupo de Sheila y Alphonse unos varios niveles mas arriba, los encontraron en una situación bastante desesperada, estaban rodeados en un cruce de dos corredores, en donde continuamente estaban repeliendo nuevos enemigos, habían perdido al menos tres de sus hombres y tenían otros cinco heridos y con dificultades para moverse.

En el momento en que llegaban los hombres que comandaban Genevieve y Diana se encontraron que llegaba al mismo tiempo una nueva ola de enemigos, sin detenerse a pensar demasiado tomaron cobertura y comenzaron a dispararse los unos a los otros, viendo aquello Alphonse tampoco espero:

—¡Carguen! —La voz profunda del hermano mayor de los Rackham pudo escucharse claramente por encima del estruendo de los disparos, y aunque él mismo era invisible, el paso de destrucción por donde iba pasando era evidente pues el asesino de Ciudad Julia comandaba desde el frente de batalla.

No muy por detrás venían Sheila y su grupo arrastrando a los heridos e intentando evitar que los enemigos que venían siguiéndolos les dieran alcance.

Los marinos de la Inquisición atrapados en el fuego cruzado y viendo aproximarse a aquel fantasma asesino, huyeron despavoridos por uno de los corredores.

—Retrocedamos por la ruta que veníamos nosotros. —Recomendó Diana cuando los dos grupos se reunieron mientras aplicaba un par de cables a la terminal que controlaba las compuertas de aquel corredor.

Cada uno de los guerreros rebeldes llevaba consigo uno de los preciados cerebros clonados que habían conseguido hacía poco en el crucero de Treviño, con su poder de computación combinado, y tras haber obtenido un montón de códigos de acceso, era relativamente fácil para Diana reconocer los patrones de los códigos de a bordo y hackear la red de datos de la nave de batalla. Todas las compuertas se cerraron a excepción del corredor por donde había llegado el grupo de Genevieve y Diana.

—¿Puedes hacer que nos pierdan de vista? ¿Puedes conseguir desactivar los sensores de esta área? —Preguntó Sheila con el aliento entrecortado.

—Podría, pero todos los soldados que los venían persiguiendo están reportando a su comando central, así que sería bastante inútil.

—Tienes razón, ¿entonces qué hacemos ahora?

—Nuestra única opción es continuar en movimiento. —Dijo Genevieve mirando a los soldados heridos que venían apoyándose en sus compañeros.

—No te preocupes por ellos, todavía pueden recuperarse, solo necesitan tiempo. —Señaló Alphonse adivinando los pensamientos preocupados de su hermana.

En efecto los trajes de los heridos poseían nanites que ya trabajaban en curar sus heridas, algunos incluso habían formado entabillados alrededor de huesos rotos. Aquello no curaría de inmediato a los heridos pero aliviaba su dolor, paraba el sangrado y les daba un segundo aire.

Siguiendo el consejo de Diana regresaron por la misma ruta que ella, Genevieve y su grupo habían venido, marchaban un poco apretados por los estrechos corredores de mantenimiento, pero eventualmente volvieron a avanzar en dirección a las celdas; pero curiosamente aunque avanzaron bastante en esta ocasión no encontraron ninguna oposición.

—¿No es sospechoso que no hayamos encontrado ningún nuevo enemigo hasta ahora? —Preguntó Sheila quien a esta hora ya estaba preguntándose ¿por qué había abandonado su hermosa corbeta?

—Definitivamente muy sospechoso —asintió Alphonse.

—Cuando nosotras veníamos por esta ruta también fue sencillo, pero no tan sencillo. —Apuntó Genevieve.

Diana detuvo la columna de hombres con un gesto y volvió a aplicar los cables a una nueva terminal mientras los otros se atrincheraban detrás de las compuertas de los corredores.

—Nada, las comunicaciones están muertas. —Dijo Diana respondiendo a las miradas inquisitivas de sus compañeros.— A esta hora deben haber figurado que su red no es segura y deben haber improvisado algo nuevo, sigo teniendo control directo de las compuertas —hizo que una se cerrara y se abriera.— Pero ya no tengo acceso a los movimientos de los enemigos. Voy a transmitir una orden falsa a ver si eso funciona, pero creo que ya han adivinado nuestro objetivo.

—Así que debemos estar claro que un buen contingente estará esperándonos en las celdas. —Alphonse se pasó la mano por su barbilla mesurando la situación.

—¿Puedes abrir las celdas desde aquí? —Preguntó Sheila— El desorden causado por una revuelta de prisioneros podría ayudarnos mucho.

—¡No! Mucho cuidado, si el esposo de Laura muere en el encontronazo todo nuestro esfuerzo habrá sido en vano —advirtió Genevieve.

—Igual no podría, —aclaró Diana— las celdas se encuentran en una red separada, tengo que conectarme a ella para poder hacer algo. Pero ahora sí he desactivado todos los sensores en este sector, al menos nuestros enemigos no sabrán cuando o por donde llegaremos.

—Ya nos hemos retrasado lo suficiente, sigamos moviéndonos. —Genevieve fue la primera en ponerse en marcha pero el resto del grupo la siguió de cerca.

Sin nadie que los detuviera alcanzaron los corredores que daban a las celdas con rapidez, pero tal como habían sospechado allí se encontraron con un enorme contingente de soldados esperándolos; incluso allí abajo entre los corredores de mantenimiento podían ver a la distancia un grupo grande de marinos apelotonados pero bien atrincherados cuidando cada una de las salidas.

Moviéndose entre las sombras y activando su camuflaje los hermanos Rackham avanzaron en silencio, Genevieve parecía una araña colgándose de los cables del techo mientras que Alphonse dependía mas de su habilidad midiendo las miradas de los enemigos y evitando movimientos bruscos que lo delataran.

—Son increíbles —susurró Sheila quien daba rápidas miradas desde la esquina de un corredor— incluso yo que sé donde mirar ya los perdí de vista, creo que ya pasaron la primera línea de guardias.

Los marinos de la inquisición tenían sus visores cambiando automáticamente entre una longitud de onda y la siguiente, pero mirando con cuidado Alphonse podía captar cual longitud de onda estaban utilizando en el momento. Pasó silenciosamente frente a los ojos de un marino y este ni parpadeó.

En breve estaban entre las celdas, buscando al cautivo marido de la asesina Laura Diaz, pero no era difícil de ubicar, en su celda estaban montando guardia dos marinos enormes con sendos fusiles. Silenciosamente moviéndose por el techo Genevieve se aproximó hasta la celda y dejó caer un comunicador sobre la cama en donde el prisionero fingía dormir.

Silvio Díaz era su nombre, y rápidamente tapó con su mano el objeto que había caído sobre su cama mientras intentaba disimular su sonrisa; pero sus guardias ni cuenta se dieron. Deslizando su mano lentamente hasta su cabeza se colocó el comunicador en la oreja izquierda que tenía contra la almohada.

—Cuando el desastre comience, ni te muevas, te queremos con vida —susurró Genevieve a través del aparato. Silvio no respondió excepto por un ligero asentimiento de cabeza.

Mientras tanto Alphonse se había colado hasta la sala de control de las celdas en donde cuatro marinos atendían diligentemente los monitores de las cámaras de vigilancia mientras un asesino se movía a sus espaldas, pero esta vez saldrían con vida del encuentro, Alphonse se limitó a conectar el cerebro clonado que portaba a la red para que Diana pudiera hackearla.

Diana no perdió el tiempo y envió una orden falsa de parte del Gran Almirante Apóstolos ordenando a todos los marinos apostados en el bloque de celdas a proteger el puente; lamentablemente ya los marinos no obedecían a Apóstolos, pero aquello sirvió para sembrar algo de caos; el holograma de Alberto Fernandez el nuevo Gran Almirante apareció frente a todos los marinos.

—Evidentemente esta orden es falsa, no la obedezcan —la voz chillona era inconfundible— de ahora en adelante todas las órdenes serán dadas directamente a través de hologramas.

Diana podría crear un holograma de Fernandez, pero aquello tomaría tiempo que no tenían, pasó directo al segundo paso y desactivó el cierre de las celdas, los guardias al escuchar descorrerse los cerrojos apuntaron sus rifles hacia los internos.

Aprovechando el momento de confusión Alphonse apuñaló a uno de los guardias que estaba descuidado, el guardia que lo acompañaba al ver a su compañero caído comenzó a buscar frenéticamente la causa, pero descuidó la celda que estaba protegiendo, los internos salieron y rápidamente lo dominaron y tomaron los dos rifles. Por supuesto esto llevó a otros prisioneros a intentar algo similar. El intercambio de disparos no se hizo esperar.

Al escuchar los disparos, Sheila, Diana y los otros rebeldes saltaron para aprovechar la confusión.

—¡A la carga! —Gritó Sheila, todos sus hombres siguiéndola de cerca.

Los Cielos de Júpiter continuará el Viernes 2 de Mayo 2014

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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