Los Cielos de Júpiter: Juguetes Nuevos

Sheila y su flota tienen la oportunidad de probar la capacidad de las recién equipadas corbetas.

Los misiles salieron disparados de las diez pequeñas corbetas rebeldes, poco mas que un acto suicida a los ojos de cualquiera.

Los destructores y cruceros de la inquisición dejaron que los proyectiles se les encajaran con total impasibilidad, como incapaces de creer que alguien los desafiara en el terreno que habían controlado por mas de quince años, pero los cañones no tardaron en ser apuntados contra las diminutas corbetas.

Cuando las balas comenzaron a llover a su alrededor una tras otra sin descanso Sheila deseó estar en cualquier lugar menos allí.

—¡Para atrás! Para atrás, necesitamos mas espacio para maniobrar. —Gritó Allan por los auriculares.

Sheila que ya aceleraba «para atrás» con todo lo que le permitían el nuevo reactor y los propulsores, arrugó el rostro al escuchar los alaridos de Allan.

—No necesito que me digas como conducir mi nave.

Pero el nuevo reactor no defraudaba. Pronto estaban fuera del rango efectivo de los disparos enemigos y podían evadirlos con mayor facilidad.

—Quizá esto no sea tan malo después de todo.

Pero tal vez Sheila había hablado demasiado pronto, detrás de los disparos de los cañones venían los misiles, un muro de misiles que amenazaba con cubrir todo el campo visual.

Allan no esperó para comenzar a disparar contra los proyectiles que los perseguían con tenacidad, pero tal y como había anunciado Rackham el rango había mejorado mucho. Aunque la cantidad de misiles enemigos era colosal, el artillero al poder disparar desde mas lejos, con mayor fuerza y con mas rapidez conseguía que estos desaparecieran mucho antes de convertirse en amenaza alguna.

—Esto es bueno, esto es muy bueno. —Allan no paraba de disparar, le dio un ojo a las reservas de energía y seguían por encima del 90% con el reactor anterior aquel despliegue los hubiese dejado en menos de 50%— y parece que podemos seguir disparando todo el día si nos provoca.

—Cuando Rackham dijo que las armas habían mejorado le creí, pero nunca pensé que sería a tal extremo, esto es magnífico —agregó Silverio, el artillero de Waldemar a través de las comunicaciones.

Por supuesto aquel masivo éxito de la diminuta flota rebelde solo consiguió atraer a mas naves de la Inquisición a la refriega.

—¿Cuantos puedes contar tú Violeta?

—Mis instrumentos marcan 18 cruceros, y 23 destructores, Almirante.

—Corroboro esas cifras Almirante —Indicó Perceval desde la nave de Waldemar.

—No se descuiden, un paso en falso en esta situación y lo pagaremos caro.

Pero Sheila no necesitaba advertir a los otros Capitanes pues la visión era realmente temible. Los cruceros enemigos, se aproximaban lenta pero inexorablemente seguros de su victoria, sin embargo la almirante D’Aramitz notó que las naves enemigas comenzaban a separarse en un patrón radial; aquello no tenía sentido.

—¿Estás viendo lo que yo veo Allan?

El artillero tardó medio segundo en contestar.

—No entiendo esa maniobra, al dispersarse de ese modo solo se atrasan mas. ¿Están protegiendo algo? ¿Pensarán que queremos atacar el ascensor orbital?

—¿Se habrán creído sus propias mentiras? ¿Pensarán que somos terroristas realmente? —Pero al tiempo que lo decía se daba cuenta que aquello era ridículo. Entonces su paranoia entró en acción.— Enviemos un pulso desde popa y veamos si tenemos alguna sorpresa por detrás de nosotros.

En efecto cuando la señal regresó les mostró que una segunda formación venía por detrás formando el mismo patrón de los enemigos del frente, su plan era atrapar a la pequeña flota entre aquellas dos garras.

—Ellos piensan que nos pueden atrapar pero es que no han visto la aceleración que podemos conseguir, ¡retirada! Punto de reunión 3000.0000.0700 con el polo norte de Júpiter como horizonte.

Por un momento pareció que la maniobra de la Inquisición quedaría en nada, pero entonces por detrás de ambas formaciones enemigas surgieron par de hordas de fragatas moviéndose con mucha mayor rapidez.

—Ahora entiendo, lo que pretendían era bloquear nuestros instrumentos, y lo consiguieron, nunca vimos todas estas fragatas aproximarse. —Sheila intentaba que los instrumentos le dieran una mejor visión de la situación, no quería caer en otra trampa.

Al tiempo de las fragatas enemigas surgían multitud de veloces drones automáticos que al no poseer pilotos podían acelerar tremendamente, el cerco se cerraba en torno a las pequeñas naves de los rebeldes.

—Mostremos a este gato que el ratón también puede morder, ¡fuego de misiles! Hagamos una salida de esta trampa.

—¡Si Señora!

Las pequeñas corbetas rebeldes vomitaron una andanada de misiles, y cinco fragatas de la inquisición mordieron el polvo casi de inmediato, las otras se apartaron lo suficiente como para permitir que la pequeña flota rebelde se escabullera; los drones caían como moscas ante la cuasi imparable cadencia de disparo de Allan, Silverio y los otros artilleros.

—Si los números fuesen mas parejos podríamos darles verdaderos problemas.

—Así es Allan, lamentablemente los números están muy lejos de ser parejos, así que nos toca correr nuevamente, pero un día serán ellos quienes correrán de nosotros, ya lo verás. —Por primera vez en mucho tiempo los hermosos y grandes labios de Sheila se curvaban en una sonrisa.

—¡Iuppiter Optimus Maximus! —Gritó Waldemar a través de las comunicaciones y la respuesta del resto de sus compañeros no se hizo esperar.

Sheila abrió los canales para que los escucharan gritar hasta en la flota enemiga.

—¡Iuppiter Optimus Maximus!


En la baja gravedad de Calisto Louis podía ponerse de pie sin necesidad del bastón y hasta podía ayudar cargando algunas de las cajas de instrumentos al interior de la mina abandonada. O al menos eso creía él cuando de pronto se tropezó y cayó desperdigando todo el instrumental sobre la roca congelada del satélite.

—¡Te dije que todavía no estabas listo! —Lo regañó Diana mientras lo ayudaba a ponerse de pie.

—Si cuidaras de ti mismo tan bien como cuidas de los demás… —Agregó Genevieve recogiendo el desastre de piezas.

—¿Qué sucede ahora? ¿Tengo dos mamás?

—Ni siquiera me voy a dignar discutir contigo Louis Rackham —Diana simplemente apuntó con un implacable brazo al interior de la mina.

Louis se marchó dando saltitos como si aquello no hubiese ocurrido, pero entonces se tropezó nuevamente. Diana lo ayudó a ponerse de pie una vez mas pero en su rostro quedaba retratado claramente que no estaba contenta, nada contentan, ni en lo mas mínimo. Pero Louis tenía problemas dejándose cuidar, y es que cuando se supone que eres el heredero de los profetas, líder de la rebelión, el primer hombre en volar sobre la atmósfera joviana, etc. etc. etc. Es como difícil dejar que los otros descubran tus debilidades.

Pero Diana sosteniéndolo con fuerza por un brazo le daba pocas opciones, Louis intentaba evitar la severa mirada de la mujer mientras se dejaba llevar.

«Pero ellas tienen razón, lo entiendes ¿no?» —Pasternack le hablaba a través del subconsciente de forma privada.

«Ya hablaremos de eso en un mejor momento»

«Debes detenerte a pensar ¿qué hubiese pasado con todos nosotros si tú hubieses muerto entonces?» —El viejo Profesor insistía— «¿Qué hubiese pasado con Júpiter y los sueños que todos tenemos si tú hubieses caído ese día?»

«Ustedes tendrían todas las ventajas de un heroico martir y ninguna de las desventajas de un profeta vivo.»

—¡No hables de esa forma ni en juego! —gritó el viejo abandonando toda discreción.

Diana lo miró imaginando por si sola por donde había ido la conversación entre el maestro y el alumno, pero no dijo nada y lo ayudó a sentarse en un sofá que habían traído antes.

—Bienvenido a tu nuevo hogar hermano —Alphonse salió de entre las sombras del interior de la mina y se sentó a su lado.

¿Hogar? Louis miró a su alrededor, los rodeaba un amplio y oscuro espacio excavado en la congelada piedra.

—A este agujero le falta bastante para poder considerarse hogar, pero al menos por falta de espacio no nos vamos a quejar. ¿Alguien sabe como les está yendo a Sheila y a los otros?

—He recibido un mensaje en un canal abierto —explicó el profesor Meyers depositando en el piso el equipo que venía cargando.— deja que te lo reproduzca.

Activó un aparato y a través de toda la mina pudo escucharse el grito:

—¡Iuppiter Optimus Maximus!

Todos los presentes sonrieron y gritaron a su vez.

—¡Iuppiter Optimus Máximus!

 Los Cielos de Júpiter continuará el Miercoles 9 de Abril de 2014

Después de mucho retraso estoy republicando estos capítulos muy después de su fecha.

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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