Los Cielos de Júpiter: El Valor de un Nombre

—Ciudadano Louis Rackham... —el juez realizó una ligera pero inesperada pausa y frunció el ceño momentáneamente antes de continuar leyendo— se le acusa de atravesar ilegalmente los predios controlados por la flota de la Inteligencia ¿cómo se declara?

De nuevo con un poco de retraso, pero no tienen idea la cantidad de problemas que he estado teniendo. caídas de la conexión, fallas de la electricidad, etc.

Sin embargo aquí tienen el siguiente episodio de Los Cielos de Júpiter:

La Nave de Batalla «Supremo Conocimiento» era realmente colosal, rivalizando en tamaño con las ciudades orbitales de Júpiter, en su interior la sala del Juzgado de la Inquisición recordaba una antigua catedral, pero Louis tomaba consuelo en la visión de los ventanales del techo, con cada nueva giro de la nave, aparecía el planeta Júpiter en toda su gloria.

«Ustedes piensan que pueden atemorizarme con su enormidad y poderío, pero yo soy el hombre que voló en la atmósfera de Júpiter» —pensó, sin embargo debía recordar respirar profundamente para aparentar una tranquilidad que no sentía.

—Todos de pie, el Honorable Juez Roland presidirá la sesión.

—Pueden sentarse —la voz de Roland era estudiadamente suave y profunda.

El Juez tenía el bigote y el cabello pintados de blanco para aparentar una edad que no tenía, para Rackham aquello era una demostración que al igual que aquellos cabellos falsos, todo aquel juzgado era una farsa.

—Ciudadano Louis Rackham… —el juez realizó una ligera pero inesperada pausa y frunció el ceño momentáneamente antes de continuar leyendo— se le acusa de atravesar ilegalmente los predios controlados por la flota de la Inteligencia ¿cómo se declara?

—El delito del que se me acusa no tiene ni pies ni cabeza —la vos de Rackham también era profunda y llenaba toda la sala— ¿con qué derecho la flota se adueña de una zona de las órbitas de Júpiter que no le pertenece?

El juez tuvo que golpear con el martillo para silenciar el escándalo que se armó.

—El derecho otorgado a nosotros por los antiguos profetas, ¿quiere esto decir que es cierto lo que dicen? ¿Es usted un hereje? ¿Niega acaso la gloria de los profetas?

—En efecto, y la constitución de Sol me garantiza completa libertad religiosa, yo no reconozco la autoridad de esta flota ni creo en ningún derecho otorgado por ningún profeta.

—Silencio —Roland volvía a martillar con fuerza para calmar al público y al jurado— ¡Silencio! Sin embargo está usted claro que la gran mayoría de los ciudadanos del Sistema Solar se adhieren a la religión de la Inteligencia.

—En el Sistema Solar interior tal vez, pero mas allá de los asteroides las cosas son muy distintas, pero aún así ¿debe la tiranía de la mayoría dictar las leyes a pesar de ser injustas?

—¡¿La tiranía de la mayoría?! —La profunda voz del juez se hizo oír por encima del griterío— ¡¿Quiere usted decir la democracia?! Por que democráticamente los pueblos de Sol han establecido estos derechos.

—En el Sistema Solar interior quizá, pero aquí en el Sistema Joviano nunca fuimos consultados, y yo conozco la constitución de Júpiter de principio a fin y puedo asegurarle, no hay mención a ningunos profetas, mucho menos a derechos otorgados por ellos.

Entonces una voz chillona gritó desde el público:

—¡Tenemos el derecho porque tenemos las armas para probarlo maldito hereje!

—¿Se trata de eso? —Preguntó Louis apuntando en la dirección de donde vino la voz.

—Los derechos de la flota Inteligencialista fueron establecidos democráticamente por la mayoría de los pueblos del Sistema Solar, hace cientos de años, mucho antes de que se fundaran las colonias Jovianas; pero aún así, si toda la población de Júpiter se hubiese opuesto, sus votos no bastarían para cambiar aquella decisión.

—Entonces ¿no importamos? ¿La Flota puede simplemente venir aquí y tomar decisiones sobre nuestro territorio? Sobre el lugar donde vivimos, ¿y lo que los habitantes de Júpiter pensemos no tiene ninguna importancia? —No hubo ninguna respuesta de parte del Juez, Louis continuó— ¿qué pasaría si nos opusiéramos?

—Me gustaría verte intentarlo hereje de porquería —dijo la voz chillona en medio del público— te haríamos trizas con un disparo de plasma.

El Juez Roland no respondió pero arqueó una ceja como indicando que aquella respuesta era la adecuada.

—Es interesante la visión de la «democracia» que tienen los representantes de la flota, sin embargo debo insistir, yo no he cometido delito alguno porque yo no reconozco los derechos de la flota sobre estos territorios, así que simplemente, voy a bajar de aquí, voy a salir de esta sala y por la continuada coexistencia pacífica de la Flota Inteligencialista y las Ciudades Independientes de Júpiter espero que nadie intente detenerme.

Louis bajó del banquillo de los acusados, pero apenas había dado un paso en dirección a la salida cuando un soldado portando un rifle se interpuso en su camino.

—Roland Eduardo Gomez Benacerraf esto tiene un precio —Rackham apuntó al juez con un dedo— Tu sabes exactamente cual es ¿estás dispuesto a pagarlo?

Un silencio de muerte reinó en la sala por un momento. Pero eventualmente el Juez hizo un gesto para que lo dejaran ir.

La sala se quedó tan silenciosa que todo mundo pudo escuchar los pasos de Louis al salir.


Diana estaba tan sorprendida que casi se queda sentada en la sala, pero cuando arrancó el escándalo, recordó que tenía que alcanzar a su novio, mientras salía podía escuchar los gritos de:

—¡¿QUÉ FUE ESO?! ¡¿QUÉ DEMONIOS FUE ESO?!

Cerró la puerta y se apresuró a alcanzar a Louis quien ya doblaba al siguiente pasillo.

—¿y bien? ¿Vas a explicarme «qué demonios fue eso?«

—Magia.

—¿Cómo?

—Acabo de comprobar una de mis sospechas. Los dirigentes de la Flota, los Inquisidores que gobiernan la mitad del Sistema Solar, los infalibles señores de La Inteligencia, creen en la magia…


—¿Te entró pánico? —La vocecita chillona correspondía efectivamente a un hombrecito chillon. El Almirante Alberto era el típico fenotipo de los habitantes de los asteroides, demasiado alto y con un pecho enorme pero con una voz apenas audible que él se empeñaba en proyectar. —¿Quieres explicarme qué demonios te asustó de ese muchachito? ¿Acaso lo acompañaba un ejército? Porque yo no lo vi ¿Pensaste que iba a lanzar rayos por los ojos? ¿Acaso tenía aliento de dragón? ¡¿Por qué ese niño te causó pánico?

—Su nombre, ¿sabes cual es su nombre? ¿Alguien te lo ha dicho?

—¿Louis Rackham?

—Su nombre completo —insistió Roland pasándole el archivo a través de la conexión subconsciente.— Louis Oscar Rackham Gimenez

El Almirante Alberto tuvo que sentarse y sintió como le faltaba la voz.


—¿El nombre del profeta? ¿Crees que eso realmente tenga tanta importancia? —Iban apretujados en el interior de la cabina del Jet, Diana tuvo que subir en las piernas de Louis, pero ella no estaba molesta, de hecho encontró muy cómodo viajar sobre el cuerpo de su amado.

—Para mi no es importante, para ti tampoco, pero ellos acaban de dejarme salir caminando de un juicio solo por eso.

—Me cuesta creerlo, pero tienes razón, ¿qué vas a hacer ahora que lo has comprobado?

—Bueno, eso ya lo veremos, pero creo que he conseguido una importante arma contra la flota.

 

Continúa el Viernes 07 de Febrero de 2014

Eso fue entonces, pero en esta nueva publicación, el siguiente capítulo se publicará el próximo Miércoles 19 de Septiembre de 2018. 

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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