Los Cielos de Júpiter: El Pago

En las oscuras callejuelas de Ciudad Goddard Diana, Roberth, y Louis se entrevistan con un profesor, un viejo competidor que podría ayudarlos en el presente.

Apostolos posó la espada ceremonial delicadamente sobre uno de los hombros del Paladín y luego en el otro.

—Levántate Ferdinando, y sirve bien a la gloria de los profetas, protege a la humanidad de los peligros de la ciencia y la tecnología sin control e instruye a las gentes de Júpiter el buen camino de la Inteligencia.

El Paladín se levantó con la lentitud que requería el ritual, la armadura mecánica bien aceitada y ajustada al milímetro apenas realizó algún sonido. Aunque el Gran Almirante era un hombretón enorme tuvo que estirarse para poder ensamblar el yelmo sobre la cabeza de Ferdinando; la armadura prácticamente absorbió el casco y en apenas un instante era imposible notar que en algún momento había sido una pieza aparte.

—Ochenta y cuatro fragatas y ocho destructores, ¿cómo es eso siquiera posible? —Susurró el Almirante Fernandez.

—No es el momento Alberto, estamos en medio de un acto importante, ya tendremos tiempo para discutir estas cosas. —Bonafide también susurraba pero sus ojos ardían con rabia.

El Paladín Ferdinando se volteó a mirar a la congregación y sostuvo la espada ceremonial en alto.

—¡No tendré piedad con los enemigos de la humanidad!


Cuando las treinta y cinco corbetas salieron de Ciudad Tsiolkovski fue sospechoso sin duda, por esa razón al aproximarse a Ciudad Goddard lo hicieron en grupos de tres o de a cinco, tuvieron que detenerse un buen rato a repararse en órbita, llegar a uno de los hangares de Goddard con balazos, quemaduras y golpes sería mas que sospechoso.

Eventualmente todos llegaron a la ciudad orbital, el objetivo de la mayoría sería comprar víveres, enterarse de las noticias, rumores y por supuesto descansar. Sin embargo Rackham, Diana y el profesor Pasternack tenían otra misión, reclutar a un antiguo oponente.

—Orlando es un viejo testarudo, no escuchará ni media palabra de lo que digas.

—¿Dijo el joven y flexible Profesor Roberth? —Preguntó Diana con una sonrisa.

Pasternack cerró la boca pero le lanzó una mirada de soslayo a la jovencita.

Louis tocó a las puertas de la vieja y maltrecha mansión, no tuvieron que esperar demasiado para escuchar el ruido de pasos en el interior.

—¡¿Sí?! ¡¿Quien es?! ¡¿Qué desea?! —Gritó alguien desde el interior; evidentemente no había cámaras o comunicador de ningún tipo funcionando.

—Estamos buscando al Profesor Orlando Meyers, tenemos un trabajo para él.

Aquello les valió que la puerta se abriera, a través de la hendija se asomó un ojo lleno de ojeras.

—¿Qué trabajo podría haber para mi? Soy un Profesor de ingeniería molecular  ¿qué tipo de trabajo decente habría en este mundo para mi?

—Precisamente profesor, yo nunca dije que el trabajo sería decente…

Aquel ojo se paseó extrañado por sus rostros y se detuvo en el de Pasternack.

—Tú, te conozco, eres… —Abrió la puerta para revelar un interior sucio y oscuro, aquel era un hombre de larga barba gris, encorvado y muy delgado. —¿Profesor Roberth Pasternack? —Este asintió silenciosamente— pasen, no podemos conversar aquí afuera.


El sombrero de tres puntas había desaparecido, pero los rulos blancos de la peluca de Sheila eran tan ridículos que Violeta tenía que mirar en otra dirección para no estallar de la risa. Las dos mujeres Allan y Waldemar se sentaban en una sola mesa en un elegante local de los sectores centrales de Goddard, el lugar estaba alborotado y la gente discutía a viva voz.

—Trescientas fragatas y treinta destructores si lo que me han dicho es cierto, la flota de la Inquisición está considerando seriamente huir de las órbitas de Júpiter —gritaba un hombre en una mesa cercana.

—Pero ¿qué hay de ese astillero? ¿Por qué la Inquisición necesita construir astilleros en Júpiter? ¿No significa eso que están mejor preparados que nunca? ¿Quien sabe cuantos otros astilleros tendrán? —Exclamó otro mas allá.

Sheila intentaba concentrarse en su comida pero el griterío era demasiado.

—Como sea lo que es innegable es que los piratas están de regreso a Júpiter y han conseguido darle un golpe contundente a la Inquisición. —Dijo una mujer de voz potente intentando concluir la discusión.

—Pero allí está la cosa, ¿cómo lo hicieron? ¿Es que acaso los piratas tienen una gigantesca flota capaz de presentar combate a la Inquisición? ¿O es que tienen algún secreto del que no nos hemos enterado? —Aquel era un muchacho joven que hasta se puso de pie para comentar.

Waldemar tenía que morderse los labios para no responder, pero entonces la D’Aramitz se puso de pie y en medio de la multitud dijo:

—Evidentemente los piratas tienen un secreto, pero lo que tiene que estar claro para todos ahora es que los piratas tienen una oportunidad, un chance de pelear y si los ayudamos quizá consigan librarnos del yugo de la Inquisición.

Aquello le valió varios hurras y vivas, pero Waldemar y el resto se apresuraron a tragarse el resto de sus comidas, pagaron la cuenta y sacaron a Sheila a rastras del lugar, los Inquisidores no tardarían en llegar.


Diana, Roberth y Louis estaban sentados en torno a una mesa mal iluminada junto al profesor Meyers quien se atragantaba con unas pocas chucherías que Diana llevaba en su bolso.

Y siempre te alimentan bien según veo —Indicó el hombre apuntando al prominente abdomen de Pasternack.

Me alimento yo mismo Orlando.

Eso suena incluso mejor —Meyers asentía.— Yo he estado mendigando en las calles, la gente que me da de comer ni siquiera sabe lo que es la ingeniería molecular, ¿Y ustedes quieren darme un trabajo?

—Necesitamos que termine su trabajo en mega moleculas —apuntó Louis.

—Eso es imposible —meneó la cabeza.— Un montón de teoría imposible.

—Yo he construido treinta y seis reactores nucleares con su «teoría imposible,» si consiguiera terminar o al menos avanzar en sus investigaciones…

—¡¿Tú robaste mi idea?!

—Usted publicó esas investigaciones Profesor Meyers, yo no robé nada.

—¿Es verdad Pasternack? ¿Están funcionando todos esos reactores realmente?

—Por poco tiempo —respondió Roberth asintiendo— las moléculas no son lo suficientemente estables, se consumen demasiado rápido, los átomos de transuranio decaen muy pronto.

—Puedo ayudarlos, claro que puedo ayudarlos —el viejo miró a su alrededor a las sucias sombras que lo rodeaban.— Pero voy a exigir un pago, venganza, venganza contra los que me hicieron esto, contra quienes me convirtieron en esto, quiero venganza.

Luis Diana y Roberth sonrieron.

Los Cielos de Júpiter continúa el Lunes 17 de Marzo de 2014

En esta reedición el siguiente capítulo saldrá el 23 de Enero de 2019.

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Lobo7922

Creador de La Cueva del Lobo.

Desde muy joven me sentí fascinado por la Ciencia Ficción y la Fantasía en todas sus vertientes, bien sea en literatura, videojuegos, cómics, cine, etc. Por eso es que he dedicado este blog a la creación y promoción de esos dos géneros en todas sus formas.

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