Retorna una vez mas a nuestras páginas Ermanno Fiorucci, para participar en el Desafío del Nexus de Enero con una historia magnífica:
El Bucle de Sísifo
Autor: Ermanno Fiorucci.
¿Pero quién inventó algo y quién lo ha construido?
Y mientras estarás exactamente reflexionando sobre esto, un día, por casualidad, te tropezarás con un antiguo poema, algo que hablará, según algunos, de evolución y según otros de Dios. Tú saldrás, harás algún cálculo y regresarás para subir a la Máquina del Tiempo que espera en el garaje que le habrás construido para resguardarla. Y tocarás, al final, a tu misma puerta, en tu pasado o en tu presente, como quieras, y le dirás a ti mismo las mismas cosas que yo te estoy diciendo en este momento.
No, te equivocas. No soy el fantasma de tu padre, aunque me le asemeje un poco. Pero esta es una historia algo larga, así que te agradecería que me invitaras a entrar. Sé que lo harás así que no vale la pena perder tiempo. Por lo menos lo has siempre… lo haces… lo harás. La verdad es que hay mucha confusión con las palabras y los tiempos verbales. Se termina con perder la exacta sensación del presente, en una situación como esta.
De todas maneras me harás entrar, lo sé.
Gracias. Crees que estás loco, es lógico, pero te darás cuenta que no lo estás. Lo que sucede es que las cosas están un poco confusas. No mire demasiado la Máquina que está afuera, hasta que no te hayas acostumbrado… Te darás cuenta que, para los ojos, es difícil seguir las banderolas que están girando. Te acostumbrarás entre unas cuantas décadas.
Te estás preguntando si es conveniente ofrecerme algo para beber, lo recuerdo. ¿Por qué no? Considerando, por supuesto, que tenemos los mismos gustos, puedes ofrecerme lo que tú estás bebiendo… ron. Aclaro que tenemos los mismos gustos porque somos la misma persona. Yo soy tú en el futuro y tú eres yo. Recuerdo muy bien cómo te sientes, yo sentí las mismas sensaciones cuando, en el pasado él vino a contármelo… Vamos, toma una de estos cigarrillos. Te gustarán entre unos pocos años… Si dudas de mí, puedes comprobarlo por la fecha de la cajetilla. De todas maneras tú lo creerás, así que no importa.
En este momento estás algo aturdido. Es siempre un shock para un hombre encontrarse con él mismo la primera vez. Parece que una suerte de telepatía opere entre dos que son la misma persona, ¿no lo sientes así?
De todas maneras yo seguiré hablando por una media hora más, hasta que tú lograrás aceptarme. Luego vendrás conmigo. Sabes, podría también cambiar las cosas contándote lo que me sucedió; pero él me dijo lo que estaba por hacer con puntos y coma, de modo que yo tendré que hacer lo mismo. Probablemente no te ayudaría mucho si usara sus mismas palabras, ni siquiera a título de prueba… además no pretendo hacerlo. Ya he superado el período en el cual me preocupaba por eso.
Así que empecemos desde el momento en que, entre media hora, tú te levantas y saldrás conmigo. Entonces verás la Máquina más de cerca. Sí, es más que evidente que debe tratarse de la Máquina del Tiempo, tú ya lo sospechas… Ya la has visto: una pequeña cabina con dos asientos, un maletero y un panel con unos botones. Me harás preguntas acerca de lo que te iré diciendo, y te acostumbrarás a la idea de ser un tipo que ha hecho posible que la energía atómica esté al alcance de todos: Ricardo Bonet, un simple ingeniero que ha llevado la energía atómica en todas y cada una de las casas. Tú no lo creerás, pero querrás seguir adelante.
En ese momento yo estaré cansado de hablar y tendré prisa por partir. Así que ignoraré tus preguntas y te haré entrar en el aparato. Apretaré el botón verde y lo que está afuera se diluirá; acto seguido verás una suerte de bruma rodear la cabina; con toda probabilidad se trata de un campo de fuerza que impide que ocasione algún daño el viajar a través del tiempo. La zona del maletero, en cambio, no está protegida. Tú estarás a punto de decir algo, pero yo aprieto un botón negro y todo desaparecerá. Buscarás tu casa, pero ya no estará. No habrá nada allá, de hecho ni siquiera habrá un allá. Estarás totalmente fuera del tiempo y del espacio, tanto que te preguntarás si las cosas existen realmente. Naturalmente, no percibirás ningún movimiento. Tratarás de estirar la mano en la nada que te rodea y lo lograrás, pero no sucederá nada: allí donde el vidrio termina, tu mano se doblará y regresará hacia ti. No sentirás ningún dolor y cuando retraerás el brazo, este estará absolutamente intacto, sin heridas, ni fracturas. Pero ese hecho te turbará lo suficiente para eliminar las pretensiones de volver a hacerlo.
Luego, poco a poco, comprenderás que estás viajando en el tiempo. Voltearás hacia mí y en tono convencido preguntarás:
—¿Así que esta es la cuarta dimensión?
De inmediato te sentirás tonto porque recordarás que yo te había dicho que me lo preguntarías. Bien, yo también lo pregunté, después de que me había sido dicho, y ahora que he regresado te lo diré, y no podré evitar contestarte cuando me lo pedirás.
—No exactamente — trataré de explicarte. — Quizás no es ninguna dimensión y podría ser la quinta; imagina saltar por encima de la cuarta sin pasar a través de ella, en ese caso tendrías que usar la quinta. Pero, en última instancia, no es a mí a quien tienes que preguntarlo. Yo no inventé la Máquina y no la entiendo.
—Pero… — tú dirás.
Yo dejaré las cosas en el aire y tú también lo harás. Ese es el mejor método para no alcanzar la locura. Tú mismo te darás cuenta por qué no pude haber sido yo él que inventó la máquina. Naturalmente tuvo que haber existido, alguna vez, un comienzo para todo esto. Tuvo que haber existido un tiempo en el cual tú has inventado el generador atómico y después, la Máquina del Tiempo. Pero cuando has cerrado el círculo y has ido hacia atrás para eludir los problemas que se te venían presentando, todo se enredó. Un día llegué a pensar que este universo debería necesitar ocho o nueve dimensiones en el tiempo y en el espacio. Es más fácil deducir que, en ese caso, el tiempo debería terminar por enredarse. Quizás no hay ninguna Máquina y nosotros estamos limitándonos a imaginarla… De ser así, las cosas serían mucho más sencillas. Cuando uno pasa unas cuantas décadas pensando en esto, como lo he hecho yo y como tú lo harás, uno se aleja siempre un poco más de la respuesta.
De todas maneras te quedarás sentado ahí adentro, mirando aquella nada carente de tiempo, aparentemente, a tu alrededor. Y digo aparentemente, porque sí hay un efecto de tiempo en el maletero. Y cuando observarás tu reloj verás que todavía funciona. Esto significa que, o tu trajiste contigo una pequeña porción de la dimensión originaria y de su tiempo, o que tu reloj continúa moviéndose en el tiempo, con respecto a la dimensión originaria. No lo sé y, a este punto, tampoco tú querrás pensar en eso.
Yo estaré fumando y tú también y el aire, dentro de la cabina, estará algo viciada. Tú te darás cuenta, inmediatamente, que la Máquina está abierta por todos los lados, pero que no se ha verificado ninguna pérdida de aire.
—“¿Qué le sucede a nuestro aire?” — preguntarás. —“¿Por qué no lo perdemos?”
—“Porque no existe ningún lugar donde pueda ir”— te explicaré. —“Fuera de aquí, aparentemente, no hay ni tiempo, ni espacio. ¿Dónde podría ir el aire? Tú sientes todavía la fuerza de gravedad, es cierto, pero no puedo explicarte por qué. Quizás la máquina crea, en su interior, su propio campo de gravedad. Quizás el responsable es el mismo tiempo que hace funcionar tu reloj. Einstein ha siempre sostenido que el tiempo es una consecuencia de la gravedad, y yo me anoto en esa opinión.”
Luego la máquina se parará y el campo de protección desaparecerá y tú percibirás una especie de aire húmedo suplantar al aire viciado de la cabina y respirarás más fácilmente, a pesar que nos encontraremos sumergidos en una total oscuridad, solo perforada por la tenue luz de la Máquina, siempre encendida, que iluminará pocos centímetros de un duro y sucio pavimento de cemento bajo nuestros pies. Tomarás otro de mis cigarrillos y bajarás de la Máquina… igual lo haré yo.
He traído conmigo una talega con ropa y pienso cambiarme ahora mismo. Me pondré una especie de braga de una sola pieza y de extremidades cortas, que parece ser muy cómoda.
—Intento quedarme aquí— te diré. —Esta indumentaria está en la línea de la moda en este siglo y en este planeta, si mal no recuerdo. Y estaré, por supuesto, en condiciones de pasármela bastante bien. He invertido todo mi patrimonio, aquel que tú lograrás acumular con el generador atómico, de manera que podré usarlo también aquí con mi firma. De manera que todo marchará viento en popa. Sé que ellos también usan cierto tipo de dinero, tú lo verás de todos modos. Y por lo que he podido observar, es una excelente civilización, con poderosas y casi idílicas reminiscencias terrestres. Bien, ahora subiremos y yo me despediré. Me gusta el aspecto que tienen las cosas aquí, y no pretendo volver a partir contigo.
Tú dirás que sí, recordando lo que te he dicho.
—De todas manera, ¿qué siglo es este?— Me preguntarás.
Yo te lo digo ahora, pero tú lo habrás olvidado.
—Deduzco, usando los parámetros terrestres, que estamos al final del siglo XXIV o a comienzo del XXV. Él me dijo, como yo te lo estoy diciendo, que esta es una civilización inter-estelar.
Tomarás otro de mis cigarrillos y me seguirás. Sortearemos un montón de escombros, desembocando en un corredor. Será un sub-sub-sub- subterráneo. Subiremos una escalinata y nos encontraremos con un ascensor con la puerta abierta, por suerte.
—¿Y qué pasará con la máquina del tiempo?— Preguntaré.
—“Considerando que nadie la ha robado jamás, estará segura.”
Entraremos en el ascensor y yo diré:
—Primer piso.
Se escuchará un ronroneo y la puerta se cerrará. No sentiremos ninguna sacudida ya que ellos, en esta época, emplean una suerte de gravedad artificial. Luego la puerta se abrirá y el ascensor nos informará:
—Primer piso.
Tratándose, evidentemente, de un ascensor de servicio, nos hallaremos en un corredor en penumbra y desierto. Te apretaré y sacudiré la mano enérgicamente para despedirme.
—Sigue por este camino. No tengas miedo de perderte. Jamás lo has hecho, así que no puedes. Encuentra el museo, toma el generador y sal de aquí. Buena suerte.
Tú te comportarás como en un sueño, aunque no puedas creer que lo sea. Harás una señal afirmativa, y yo saldré del corredor principal. Un rato más tarde, me verás caminar en medio de una multitud ociosa, dentro de un restorán o algo parecido que se estará abriendo en ese momento. Hablaré algo con un hombre uniformado, aparentemente policía, que me indicará algo y desapareceré al doblar la esquina.
Tú saldrás del corredor secundario y desembocarás en una calle lejos del restorán. Hay avisos en la calle, tú los mirarás y comprenderás que las cosas son algo diferentes por estos lados.
{ P:n:dr/: }, {R*st~r:n }, {B:nc~}, {C/n*}, {F#*nt* d* s~d:}, {M#s*~}, {B~/t*}, {P~l/c/: G:l:ct/c:}.
Los avisos tienen un aspecto sólido y digno. Algunos de ellos podrán ser descifrados en negocios, servicios etc. Sin embargo no lograrás entender lo que signifique {P~l/c/: G;l:ct/c:}. Te pararás delante de un anuncio:
{:g*nc/: d* v/:j*} {T~#r} {Pr/m*r: cl:s*}
{M:rt* y + pl:n*t:s} {/d: y v#*lt:} {2000 cr*d:t~s}.
Solo se verá una imagen consistente en una pequeña esfera brillante con los pasajeros que suben a lo largo de una rampa, pero la oficina estará cerrada. Comenzarás a entender el sentido del alfabeto que ellos usan.
Ahora habrá gente a tu alrededor, pero nadie te prestará mucha atención. ¿Por qué deberían? A ti no te extrañaría si vieras a un individuo vistiendo una piel de leopardo, seguro pensarías que es un actor que tiene un rol en alguna obra de teatro y acaba de salir de un ensayo. Después de todo, la gente no cambia mucho. Harás acopio de todo tu valor y te dirigirás hacia un muchacho que está vendiendo algo que se parece a…
—¿Cómo hago para llegar al Museo de Ciencia?
—No roll, cruz iz de avso y do bloc ma pa lant— te contestará.
Generalmente la gente habla un hispánico más o menos normal, pero muchos, los jóvenes sobre todo, usan una jerga truncada como esta. Seguirás derecho hasta un gran aviso sobre la alfombra plástica de la acera:
{M#S*~ d* C/*nc/:}
Verás una flecha que indica que deberás cruzar a la izquierda. Frente a ti, un par de cuadras más adelante, podrás ver un edificio rosa rodeado de elaborados juegos de agua. Te dirigirás hacia él hasta ver una inscripción sobre la acera que te confirmará que se trata del museo.
Subirás la escalinata y notarás que el portón está cerrado. Entonces tendrás un momento de incertidumbre, comenzarás a pensar que todo es una locura y te asaltará un vivísimo deseo de correr hacia la Máquina del Tiempo y regresar huyendo a tu casa. Poco después, un Vigilante se acercará al portón. De no haber sido por el pantalón corto del uniforme y de la sonrisa en el rostro, te hubiese parecido igual a cualquier otro policía.
Además hablará de manera comprensible, quizás un poco rebuscada. Su acento es muy particular, las vocales son blandas y suaves, las consonantes, en cambio, apenas insinuadas, logran un efecto muy agradable.
—¿Puedo hacer algo para ayudaros, gentil hombre? Actuáis en El Bucle de Sísifo ¿cierto?… El Museo está cerrado, pero con gusto os mostraré cualquier objeto que os pueda ayudar a conferir la mayor similitud a vuestro papel. Hermoso espectáculo, por cierto. ¡He tenido la ventura de presenciarlo dos veces!
Murmuré un agradecimiento, desconcertado por una civilización capaz de producir vigilantes gentiles y educados como este.
—M-me han dicho que debería examinar la exposición de los Generadores Atómicos.
Su rostro se iluminará:
—Por supuesto.— El portón se abrirá automáticamente y permanecerá abierto. En efecto no pudo apreciar ninguna cerradura instalada. —En la nueva ala. Id hasta el fondo del pasadizo y subid una gradería y luego a la siniestra. ¡La más hermosa exhibición de todos los planetas! Tenemos los originales de trece estándares. El profesor Herman los ha usado para justificar sus teorías; sin embargo no ha logrado descifrar el principio de su funcionamiento. Es una piedad. Pero, sin dudas, alguien lo logrará algún día. ¡Supremo Hacedor, qué grande era el genio de nuestras prosapias terrenales!… Sabe, es casi una afición para mí. He leído y revisado todo lo que he podido hallar referente al período comprendido entre los siglos XIX, XX y XXI de la Madre Tierra. A propósito, os felicito por vuestra declamación, se escucha de manera sorprendente a aquella que he podido apreciar en las impresiones más antiguas.
Finalmente lograrás liberarte de él con algunos agradecimientos. El edificio lucirá desierto y subirás las escaleras. A tu derecha hay una sala con una inscripción que anuncia el primer modelo operativo de una máquina para fabricar diamantes de plástico. En su interior hay una loca agitación. Girarás a la izquierda y cruzarás un gran salón lleno de naves espaciales, desde el modelo original de la primera que parece una V2, cuya etiqueta la define como el primer cohete lunar terrestre, y una esfera cuyo diámetro es de un poco más de tres metros, completa con maniquíes miniatura que está partiendo hacia alguna órbita. Luego otra sala con la indicación
{:rm:s}
Llena de todo, desde una ballesta, hasta un pequeño cilindro largo poco menos de diez centímetros y no más grueso que un lápiz, definido como
{P:r:l/z:nt* M:n#:l}.
Al final el corredor terminará dentro de una sala identificada con este nombre:
{M~d*l~s d* M~t~r*s :t~m/c~s}.
A este punto estarás con las ideas bastante más claras, y habrás pensado largamente acerca de lo que deberás hacer.
La historia que te estoy contando comenzará a ser consistente, pero todavía no te decidirás a aceptarla completamente.
Observarás que todos los modelos están montados sobre pedestales y lucirán mucho más pequeños de lo que tú presuponías. Estarán ordenados cronológicamente y el último identificado como 2336{Gnr:d~r} : {F:s/~n} {d*l} Th, tendrá las dimensiones de un teléfono de escritorio. Los más viejos serán los más grandes, naturalmente, con algunas modificaciones, directamente vinculadas, probablemente, a la potencia desarrollada. Una gran pantalla en la pared te suplirá abundante y valiosísima información acerca de los generadores atómicos, explicando que esta ha sido la primera invención que ha conservado, desde el inicio, prácticamente los mismos principios.
Tú estudiarás todas las informaciones de la gran pantalla de la pared, pero en ella se insinuará solo de pasada al inventor, pero sin nombrarlo… ¿Por qué obvian su nombre? ¿Será que es tan famoso que dan por descontado que todo el mundo lo sepa?… Esta segunda opción pareciera más probable.
La información pondrá particular acento en el hecho de que aquí se encuentra el primer ejemplar original de generador atómico, completo con los diagramas del proyecto, las instrucciones para su funcionamiento, además de la requisición original de la patente. Según lo que se afirma en la monografía de la pantalla, todos estos generadores están revisados y funcionando a la perfección, pueden adecuarse para cualquier combustible, producen energía eléctrica de cualquier voltaje, hasta cinco millones de voltios, de cualquier frecuencia hasta mil megaciclos, cualquier intensidad hasta mil amperios y una potencia de salida máxima alrededor de cincuenta kilovatios. Además se destacará que el principio de su funcionamiento está siendo estudiado todavía y que los modelos sucesivos no presentan ningún cambio importante, solo se le han ido incorporando nuevas aleaciones metálicas y le han sido anexadas nuevas tomas magnéticas o a cohesión nuclear.
Finalmente concluirás la lectura y observarás el aparato precursor. Es una sencilla caja cúbica con grandes tomas de corriente a cada lado y una serie de reguladores instalados en la parte superior, además una pequeña ranura con una indicación escrita en la manera ortodoxa: Introducir aquí el CD. Es esta, pues, la manera de introducir los datos para su eventual programación.
El tamaño de cada arista es de unos treinta centímetros escasos.
—Pulcro ¿verdad?— escucharás que te dirá el vigilante a tu espalda, al alcanzarte sin tú darte cuenta. —Hace algún tiempo se averió uno de los cátodos de las rejillas… ¿o era una de las rejillas catódicas?… o era una pequeña bobina… en fin, mi memoria no me acompaña… lo cierto es que fue un elemento que, por supuesto, ha sido rehecho e instalado… todo lo demás está idéntico a como el ilustre hacedor lo construyó. Hoy en día, de manera notable, sigue desempeñándose a la perfección. ¿Deseáis que os cuente algo al respecto?
—No exactamente— comenzarás a balbucear, luego te darás cuenta que por estos lados son mal vistos los modales groseros. Mientras tratarás de buscar una respuesta adecuada, el vigilante sacará de su bolsillo alguna cosa, la mirará.
—¡Muy bien! Está llegando el Regidor de Nuevacoro, del Centauro, en visita diplomática, como sabéis. Pero os aseguro que entre diez minutos estaré de nuevo con vos… Quiere sondear algunas armas para una monografía comparada de los Centaurianos primitivos y del Hombre terrenal del siglo XIX. Os solicito descargos.
Lo “descargarás” con mucho gusto y lo verás alejarse muy feliz. Entonces recorrerás toda la fila hasta aquel 2336{Gnr:d~r} : {F:s/~n} {d*l} Th, o como diantre quiera que se llame. Es pequeño y parece el más fácil para ser llevado. Pero el maldito está sólidamente anclado a su base. No podrás ver ningún tornillo, abrazadera o algo por el estilo que lo fijara a la mesa, sin embargo no podrás moverlo ni un milímetro.
Probarás con todos los otros de la fila. ¿No sería estúpido llevarse el modelo más antiguo pudiendo llevarse uno que ya tuviese incorporadas las tomas magnéticas, o la cohesión nuclear, el efecto Ehrenhaft, o algo por el estilo? Pero todos están sólidamente fijados a sus bases exactamente gracias a este bendito efecto.
Finalmente regresarás al pedestal del primer modelo, el original. Pensarás que este, muy probablemente, también estará irremediablemente anclado. Pero descubrirás que se mueve. A su lado hay un pequeño cartelito que sugiere no tocarlo ya que la placa gravitacional acusa desperfectos y se está reparando para substituirla.
Bueno, después de todo no hubieras podido cambiar el ciclo del tiempo haciendo algo que yo no te he dicho que hicieras; sin embargo ese modelo, todavía operativo, está disponible y a tu alcance. Lo levantarás y te darás cuenta que pesa ¡unos treinta kilos! Pero de todas maneras lograrás llevártelo.
Esperarás alguna señal de alarma, pero no sucederá nada. De hecho si tú dejaras de beber todo ese ron y de mirar la Máquina del Tiempo allá afuera, podrías escuchar lo que te estoy diciendo y sabrías lo que te sucederá. Naturalmente, así como me sucedió a mí, terminarás por olvidar casi todo lo que te estoy diciendo ahora y tendrás que arreglártela tú solo. Probablemente en algo servirá… yo he tratado de recordar, posteriormente, lo que habría debérseme quedado grabado, pero tengo lagunas y no estoy muy seguro de ello. A pesar de todo continuaré. Al fin y al cabo yo no podría hacer nada al respecto.
Entonces regresarás, al largo del corredor, con la esperanza de poder evitar al Vigilante, pero, por suerte, el camino estará inesperadamente despejado. Escucharás unas voces provenientes de la sala de armas. Caminarás encorvado, en un pueril esfuerzo por pasar inobservado, aun sabiendo que estarás absolutamente al descubierto. Pero seguirá la calma, sin suceder nada.
Bajarás las escaleras corriendo, sintiendo todas las alarmas del futuro apuntando a tus pantalones y espalda, pero no habrá ningún movimiento extraño. Delante de ti estará el portón cerrado. Te acercarás y se abrirá “espontáneamente”. Con un profundo suspiro de alivio saldrás a la calle.
De pronto, un alarido retumbará detrás de ti. No esperarás. Pondrás un pie adelante del otro con rapidez y comenzarás a correr a lo largo de la acera, cruzándote con gente que te mirará con expresiones que te faltará tiempo para estudiar. ¡Otro alarido más detrás de ti!
Algo pasará por encima de tu cabeza cayendo sobre la acera exactamente delante de tus pies, con un improviso tintineo. Asumirás íntimamente la conciencia de haber sido descubierto, juzgado y sentenciado en un solo tintineo. Pero tampoco por esto te pararás. Alguien alargará el brazo para agarrarte, pero lograrás escabullirte, y seguirás corriendo. La calle estará suficientemente despoblada para que puedas avanzar de manera expedita, con los antebrazos que estarán a punto de despegarse de los codos y el generador que se volverá más pesado a cada paso.
Como surgido de la nada, de pronto se te aparecerá adelante algo de un metro noventa. El policía te agarrará por el brazo y te darás cuenta que ya no podrás correr. Así que te pararás:
—No os podéis cansar así y menos con este calor, gentil hombre.— Dirá el policía en tono de reproche. —Existen leyes que lo prohíben si no se tiene la contraseña amarilla. Vamos, permitidme que os llame un taxi.
Las rodillas comenzarán a temblarte violentamente, por la reacción anímica y el sentido de culpa, sacudirás la cabeza y recuperarás el aliento:
—Yo… dejé la cartera… en casa— mentirás.
El policía asentirá:
—Oh, esto lo explica todo. Muy bien, así no estaré obligado, entonces, a presentar una denuncia. Seguidme.— Estirará el brazo y tocará el hombro de un transeúnte. —Es una emergencia, ciudadano. ¿Os molestaría ayudar a este gentil hombre en el traslado de su carga?
El transeúnte sonreirá, mirará el reloj y asentirá:
—¿Se me dirá el eventual destino?
Tú recordarás el nombre del edificio del cual saliste y lo susurrarás. El transeúnte afirmará de nuevo y asirá el otro lado del generador que le presentará el policía. Después de lo cual emitirá un silbido. Los otros transeúntes comenzarán a apartarse, de manera que ambos podrán recorrer el camino a paso rápido sin encontrar obstáculos, mientras el policía se queda parado mirando vuestro avance y hablando a través de algo que tiene colocado en el hombro izquierdo.
De manera que tampoco en este momento habrá inconvenientes. Comenzarás a comprender por qué te he dicho que podrías también decidir quedarte en este futuro. Después de todo, esta cooperación organizada no parece funcionar lo suficientemente bien. El vigilante del museo, por ejemplo, comenzará a correr para lograr llegar antes que ustedes. En efecto, al llegar a tu destino, te lo encontrarás parado frente a la puerta. El transeúnte levantará una ceja y se irá, sin titubear, a tu señal de asentimiento, sin ni siquiera espera tus agradecimientos. Entonces el vigilante se te acercará, exponiendo delante de tu nariz, una pequeña cajita, del tamaño de una cámara fotográfica plegable, y también muy parecida. La abrirá y te sentirás desfallecer.
—Olvidáis, los diagramas, la monografía y el petitorio de patente.— Te informará. —Siempre van juntos con el generador… nos causa una molesta inconformidad que se separen. Por fortuna sabíamos la ubicación de las oficinas de la producción de El Bucle de Sísifo, que se asientan exactamente en este edificio. Decidnos cuando terminareis de usar este modelo y vendremos nosotros a retirarlo. ¿De qué sirve… el repetitivo humor de una nueva comedia?
Tú, después de haber tragado varias series de amígdalas, que desde hace algún tiempo te extirparon, tomarás el fajo de papeles que te estarán entregando, sacándolos de la pequeña caja. Luego el Vigilante te bombardeará con una serie de preguntas cuyas características se enmarcarán, de acuerdo a tu percepción, en el concepto de interrogatorio, al cual contestarás al azar. Sin embargo esas respuestas parecerán satisfacer a nuestro amable agente. Finalmente, con una sonrisa satisfecha, emprenderá el camino de regreso hacia el museo.
Te sentirás muy lejos de estar convencido y tranquilo. De todas maneras recogerás el generador y el papeleo anexo y te dirigirás hacia el ascensor de servicio. No habrá ningún pulsante. Y, para ser sinceros, tampoco habrá puerta.
Aterrorizado, comenzarás a buscar otras puertas en el corredor, pero te darás cuenta de inmediato que estarás, sin lugar a dudas en el lugar preciso en el cual debería estar el ascensor, todas las otras señales visibles coinciden con esa apreciación.
Entonces se escuchará como un golpe de tos y algo se abrirá en la pared. Se formará una puerta perfecta y el ascensor estará allí esperando. Entrarás, deglutiendo para tomar valor y te preguntarás angustiado como harás para dirigirte hacia abajo, en un aparato que solo funciona con una orden vocal. ¿Cómo se llamará el sub-sub-sub- subterráneo? Mientras tanto el ascensor, de manera autónoma, se cerrará y saldrá a gran velocidad hacia abajo. Toserá de nuevo y te encontrarás exactamente dónde querías ir. Saldrás y te darás cuenta que estás sumergido en la más absoluta oscuridad. Jamás sabrás lo que estarás pisando, tratando de dirigirte hacia la Máquina del Tiempo, tropezando en innumerables cajas, chocando con las paredes aquí y allá, tratando de localizar el lugar exacto sin la más pequeña chispa de luz. Finalmente lograrás divisar algo no más brillante que una vela… es la lucecita de la Máquina del Tiempo: ¡Por fin, has logrado encontrarla!
Depositarás el generador en el maletero, tirarás adentro también la documentación, refunfuñando, y acalorado y jadeante entrarás en la cabina de mando. Estirarás el dedo hacia el botón verde, titubeante… cerca hay también uno rojo. Finalmente te decidirás por este último.
De repente escucharás ruidos confusos en la dirección del ascensor y un intenso rayo luminoso te lastimará los ojos y escucharás un alarido. Tu dedo presionará desesperadamente el botón rojo.
Nunca sabrás por cuál razón gritarían… si sería porque hubiesen comprendido que habían sido robados o si hubiesen querido ayudarte. No te interesará saberlo, realmente. El campo se formará a tu alrededor y el siguiente botón que presionarás, uno que hasta ese momento no había sido jamás usado, te lanzará en la nada. No habrá más ningún rayo de luz, ningún grito: ¡estarás finalmente seguro!
El regreso no será largo. Estarás sentado, fumando y con los nervios relajados. Notarás una tercera hilera de botones, y al lado de ellos, unas indicaciones escrita a mano…“Presionar para regresar a tu tiempo…” y comenzarás a esperar la presencia del aire viciada. Pero esta vez no la percibirás, porque estás solo.
Mientras tanto, todo desaparecerá y te encontrarás sentado en la cabina de la Máquina en el patio de tu casa. Volverás a pensar en el ciclo completo algo más tarde. Subiste en la máquina en el patio de tu casa. Desembarcaste en el futuro en el sub-sub-su-subterráneo de un edificio ubicado en otro planeta, luego volviste a partir y regresar para aterrizar en el patio de tu casa. Eso era todo. En ese momento no notarás nada diferente. Bajarás, sacarás el generador del maletero para llevarlo a la casa.
No será difícil desarmarlo, pero no lograrás entender nada; solo alguna placa de metal, alguna bobina o alguna toma de corriente, todas cosas que pueden fabricarse con extrema facilidad, y todas, obviamente, de material común y conocido. Pero cuando volverás a montar todo, una hora después, te darás cuenta de algo: el generador y sus componentes tendrán un aspecto novísimo, pero falta un elemento que podría ser una pequeña espiral de cobre, sin la cual el generador no funciona. Reemplazarás la bobina faltante con otra que construirás con un hilo de cobre que tienes en casa, tratando que se parezca todo lo posible al elemento faltante, conectarás de nuevo los terminales y lo probarás. Regularás los cuadrantes en 120 Voltios, 60 ciclos y 70 amperios, y el generador comenzará a producir una corriente eléctrica exactamente con esas características. Fue suficiente un momento para darte cuenta que ya no necesitarías a la Compañía Eléctrica Nacional. Estarás exultante. Comprenderás, finalmente, que el maletero no estaba aislado por el campo de fuerza, debido a lo cual, regresando en marcha atrás en el tiempo, el generador se renovó totalmente, menos aquel elemento reemplazado al cual se refirió el Vigilante, el cual, muy probablemente, se desvaneció en el salto hacia atrás. Pero recibirás una sorpresa todavía más contundente cuando descubrirás que todos los documentos están escritos con tu puño y letra y que el nombre del inventor es el tuyo y, además, la petición y registro de patente tiene fecha de diciembre del 2013.
Ya comienzas a almacenar datos en tu cabeza. Tomaste un motor atómico en el futuro y en otro planeta, lo has transportado en el pasado, en tu presente en la Tierra, de tal manera que, por una vía no conocida todavía, lo podrán colocar en el futuro y en un museo de otro planeta, contigo como inventor, permitiéndote robarlo y transportarlo en el pasado, en tu presente en la Tierra, de tal manera que, por una vía no conocida todavía, lo puedan colocar en el futuro, y en un museo de otro planeta, contigo como inventor, permitiéndote rob… Y todo esto se hizo con una Máquina del Tiempo que te devuelve atrás en tu presente para luego volverte a transportar en el futuro, para devolverte después en el pasado, al comienzo…
En este momento me asalta una duda, este ciclo ya tiene características de condena… No será a eso a lo que se referían el Vigilante y el Policía cuando me atribuían un rol en la obra El Bucle de Sísifo? ¿Sabrían de antemano que robaría el Generador?
¿Pero quién inventó algo y quién lo ha construido?
Mientras tu patrimonio continuará creciendo, gracias al generador, y los estudiantes te harán la visita, para admirar al hombre, en carne y huesos, que ha cambiado el curso de la historia y que ha colocado la energía atómica al alcance de todos los seres humanos y que cada nación en el mundo, no ha podido desear otra cosa que ser una democracia pacífica, próspera y justa, después de soportar uno de los período más oscuro y aciago de la historia de la humanidad, y tu nombre estará en boca de todos al lado de los de Ampere, Faraday y cualquier otro de igual importancia.
Y mientras estarás exactamente reflexionando sobre esto, un día, por casualidad, te tropezarás con un antiguo poema, algo que hablará, según algunos, de evolución y según otros de Dios. Tú saldrás, harás algún cálculo y regresarás para subir a la Máquina del Tiempo que espera en el garaje que le habrás construido para resguardarla. Y tocarás, al final, a tu misma puerta, en tu pasado o en tu presente, como quieras, y le dirás a ti mismo las mismas cosas que yo te estoy diciendo en este momento.
Pero, mientras tanto…
Bien, ya hemos bebido bastante, estás suficientemente entonado para venir conmigo sin protestar, y tengo, en verdad, ganas de saber por qué todas aquellas personas corrieron detrás de ti gritando, antes de que la máquina del tiempo saliera.
¡Arriba, vamos!
Fin
Se los dije ¿no? magnífico relato.
Muchas gracias Ermanno.
No olvidemos que este relato está participando en el Desafío del Nexus de Enero, si disfrutaste con él, asegúrate de pulsar el botón “Me Gusta” de facebook.
