Carbonita en Norkapp

Nuestro compañero Joseín Moros vuelve a la carga con otro cuento acompañado de su respectiva ilustración, ambos magníficos, espero que los disfruten 🙂

Carbonita y yo 03 copy

CARBONITA EN NORKAPP

El brazo robot de la grúa, con un enorme pedrusco rectangular entre sus garras, salió chorreando del agua helada. Todo ocurría en un pueblo de la región Norkapp, donde alguna vez existió un país llamado Noruega.

La gente había observado el río descongelándose antes de tiempo y llamaron las autoridades. A pesar de haber finalizado el período nocturno del año, la penumbra del frío verano alteraba los colores del paisaje, debido al reflejo lejano de la aurora boreal.

La piedra resultó ser un bloque de Carbonita, material imposible de fabricar en el planeta tierra desde milenios atrás, ya no se contaba con fuentes de energía con la suficiente potencia para algo así.

Sobre la nieve manchada de puntos oscurecidos, traídos por la llovizna, las personas se arremolinaron alrededor del objeto y oyeron cuando un pálido oficial de Seguridad Terrestre informaba, fingiendo conocimientos científicos.

—La caja de control entró en Modo Resurrección; la Carbonita produjo energía térmica y derritió el hielo. Ya podemos ver cara, manos y parte del cuerpo.

— ¿Quién habrá sido? —murmuró una mujer color tiza, con uniforme de la Guardia de los Alimentos bajo el raído abrigo de piel.

Otro uniformado habló.

—Su indumentaria indica poco. Es un hombre, tal vez del siglo XXII ó XXIII. Imposible saber cómo fue a parar al glaciar donde nace este río.

El patriarca del pueblo, tan blanco que parecía un albino, mostró cara de asombro y murmuró al oído de su esposa número cuatro.

— ¿Estuvo allí desde la Guerra del Agua, dos mil años bajo el hielo?

La cónyuge número uno contestó, antes que la otra.

—Y desde la Guerra del Aire Limpio. Sólo se salvó gente cercana a los polos del planeta. Lo dijo el Gran Sacerdote del Sol, el domingo pasado —y miró con desdén a las demás mujeres, parpadeando sus ojos casi blancos.

La misma dama de la Guardia de los Alimentos volvió a dejar una pregunta en el aire.

—Tal vez era un burócrata importante, o muy rico, el costo para escapar de la tierra debió ser fabuloso. ¿Por qué no pudo salir del planeta?

Envuelto en piel de oso, un niño, al que sólo podía verse ojos cerúleos, exclamó con alegría:

—Está abriendo la boca.

La pequeña multitud quedó muda.

El resucitado estaba intentando respirar y boqueaba con los ojos muy abiertos. Al fin inhaló y los pensamientos, en aquel cerebro solidificado por tanto tiempo, comenzaron a fluir, rebobinando recuerdos de veinte siglos atrás.

<<Todo es carreras y gritos. Los militares empujan los científicos y traen a la carrera al Señor Presidente, para bajarlo al cubilete. Hubo una falla irreversible de energía, sólo hay tiempo para hacer un bloque de Carbonita, el último de los millones que están en los transbordadores espaciales. Nuestro líder despertará en un sistema solar diferente, con un planeta lleno de vida.

Apretó los ojos e inhaló por segunda vez.

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El barrendero recordó su carrera hacia el orificio en el suelo, por donde bajarían al Presidente del Imperio Limpio, se enredó con la escoba, cayó por el agujero, la máquina sintió el cuerpo humano y se disparó para crear el último bloque de Carbonita de la historia. El sirviente quedó solidificado en un instante y las luces en toda la ciudad se apagaron.

El viento helado llevó las palabras del resucitado a la gente aglomerada a su alrededor.

—Voy a barrer el piso. ¿Dónde está el Señor Presidente?

 

Josein Moros

 

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p>Autor: Joseín Moros

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