Crónicas de Pil, El Dukke

Joseín Moros, continúa la historia de Pil, pero ahora con una nueva e interesante vuelta introduciendo a un singular personaje que amplía y ahonda el universo en el que se desarrolla la historia:

El dukke ilustración CRONICAS DE PIL

El Dukke

En el transcurso de nuestra vida hay una hora de la noche cuando despertamos y sucede algo extraordinario. Es el momento de una encrucijada.

Abrí los ojos y pasé una mano por mi cráneo, sentí la delgada cicatriz cubierta por el cabello, pronto desaparecería. Yo estaba acostado sobre un bolso de campaña, el colchón de aire había sido devuelto a su embalaje. Me quedé esperando, no sabía qué ocurriría.

Los reflectores del techo brillaron como velas muy pequeñas, una penumbra agradable sustituyó la oscuridad. En la pared apareció la imagen de Mor, con muy poco brillo.

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p>—No se alarmen niños, no hay peligro, y no es un simulacro de emergencia nocturna.

En otro sector de la pantalla comenzó a moverse una imagen tomada en el espectro infrarrojo. Reconocimos el lugar, era en la base del rascacielos, justo en el sector donde estaban las escaleras y el ascensor que nos sirvió para llegar hasta el refugio.

Una figura se movía, algunas veces la veíamos desde lo alto, otras desde atrás, fue imposible distinguir la cara del individuo.

— ¿Vienen más bandidos? —preguntó una de las pequeñas, en el silencio expectante de todos.

—Repito niños: no hay peligro ni es entrenamiento —dijo Mor, en voz baja.

El hombre llegó hasta el ascensor y murmuró con voz cavernosa.

—Estoy aquí.

Un gemido de temor fue repercutiendo entre niños y niñas.

El individuo actuó como un tigre, de un brinco se confundió en los matorrales, desarrollados en la crecida capa de barro sobre las baldosas.

Con rapidez me había quitado la bata y me estaba colocando ropa pesada. Vi a lo lejos cuando Rask comenzó a imitarme.

— ¿Quién es? —pregunté a Mor, también en voz baja.

—Un dukke, su nombre es Dolk —dijo Mor.

Ahora los lamentos contenidos parecían una coral, todos conocíamos historias espeluznantes sobre aquellos seres orgánicos artificiales.

— ¿Vas a destruirlo? —estábamos a más de trescientos niveles por encima del intruso, pero creíamos que podría presentirnos si hablábamos en voz alta.

—No Pil. Voy a enviarle comida.

Cuando yo estuve preparado y con dos cuchillos en la cintura, Rask y sus tres compañeros casi finalizaban. Actuábamos de manera automática, en pocos segundos cada uno del centenar de niños y niñas estaría vestido y listo para la huida, aunque Mor insistiera en calmarnos. Muchas veces habíamos simulado alertas inesperadas en plena noche, pero esto era diferente.

— ¿Comida? ¿Y por qué? ¿No es verdad que los dukke destruyen todo lo perteneciente a los humanos?

—No este dukke, Pil. Lo conozco desde muchos siglos atrás.

— ¿Los dukke son inmortales?

—Mueren, aunque obedece a su propia mente continuar regenerándose para no decaer.

Todos hicimos silencio y Mor lo interrumpió.

—Oigan todos, durante la llegada de las niñas Pil enfrentó a dos hombres peligrosos, además ocurrió algo que ustedes tampoco tuvieron oportunidad de presenciar. Observen la pantalla.

De manera abreviada, y en una serie de tomas fotográficas, vimos lo ocurrido casi un año atrás; fue en medio de la noche, bajo una furiosa tormenta, la llegada de dos filas de niñas, vestidas como varones y con el cráneo rapado. Aquellas escenas devolvieron el terror vivido a mi espíritu. Me distinguí al acercarme a los dos bandoleros agazapados, aprovechando mi visión nocturna, luego estaban tendidos en el suelo. Entonces las imágenes comenzaron a moverse.

En la más negra oscuridad, yo estaba recogiendo los dos cuchillos, me tambaleaba y caminé hacia el ascensor. Cada cuatro o cinco segundos ocurría un relámpago. De repente apareció alguien y levantó una barra para descargarla contra mi cabeza. A una velocidad sorprendente surgió una sombra, y en un solo movimiento con un puñetazo a la garganta le rompió las vértebras cervicales, atrapó la barra de metal y el cuerpo inerte, al final se agazapó contra el suelo. Para ese momento yo había dado un paso más y continué hacia el elevador, sin darme cuenta de nada.

—El dukke me salvó la vida —dije con asombro, y rumores de sorpresa se repetían entre los niños y niñas.

Entonces emití despacio una pregunta.

— ¿Qué era eso en el cuello del dukke? —nadie más lo había observado.

—Hace mucho tiempo yo también quedé sorprendida —contestó Mor, algunas veces hablaba con facilidad sobre sus propias emociones.

Apareció de golpe una imagen ampliada, cuando la sombra saltó hacia mi agresor. Un objeto brilló en el pecho, colgando de una cadena.

— ¡Santa Madre! —gritó Be, la muchacha adoradora de la imagen femenina amamantando un niño, y cayó de rodillas.

En la pared resaltó con claridad una reproducción de aquella figura religiosa, aunque no había colores todos la imaginamos plateada, influenciados por el brillo.

— ¿Es un botín de guerra? —pregunté con duda.

—No Pil, se la regaló la dama Esens, arquitecto del edificio y constructora de este refugio secreto, hace más de dos mil quinientos años.

Ese dukke había conocido a la dama Esens, a quien yo visité en mi viaje por el tiempo, pensé asombrado y confuso.

Di varios pasos hacia la pantalla.

—Mor, debo hablar con el dukke —lo dije esperando resistencia por parte de la inteligencia artificial.

—Camina hacia la pared a tu izquierda, aparecerá un ascensor con la comida, bajará moviéndose varias veces en sentido horizontal, y llegarás frente a Dolk.

En el interior del elevador había un enorme bulto, con fuertes correas, para asegurar a la espalda de alguien quien debía ser muy poderoso.

A mi lado llegó Rask y sus tres seguidores, junto con él vi a la muchacha por la cual mi corazón latía, Vell estaba pálida y portaba dos cuchillos en la cintura, en las prácticas había resultado excelente luchadora. Los miré a todos y negué con la cabeza, en silencio cada uno de ellos me dio la mano, Vell me abrazó. Sentí con agrado mi mejilla alcanzando la suya, en un año mi estatura había aumentado, al igual que la de todos en el recinto. La nutrición y tratamientos de Visdom, la máquina médica, estaban ejerciendo su trabajo, por supuesto seguido de cerca por Vell, brillante aprendiz de médico.


En mi correa también colgaba una linterna, sin embargo no la encendí. Me situé contra una de las paredes laterales, no quería estar frente a la puerta del pequeño elevador.

Ocurrieron cabeceos cuando el artefacto se desplazaba en sentido horizontal, y luego una caída vertiginosa casi me reventó los oídos, entonces la desaceleración dobló mis piernas.

La negrura en el exterior fue tan intensa como dentro del ascensor. Esperé un par de segundos y cuando fui a dar el primer paso, en absoluto silencio un gigante saltó entre las puertas, y quedó allí, igual a un Sansón aterrador empujando las columnas del templo. Por mi mente pasó el recuerdo de un video; un jaguar observaba la gente a través de los barrotes de una jaula, parecía disfrutar con la idea de qué ocurriría si estos hierros desaparecieran. No se movía, sólo respiraba, mostrando colmillos blancos en la boca entreabierta. Sentí una lucha interior en aquella torre de tendones y ligamentos, como resortes difíciles de cortar con mi cuchillo.

— ¡Decídete de una vez! —mí grito surgió atiplado, la garganta había escogido un momento inoportuno para fallar.

Su expresión no cambió.

—Sobreviviste Pil, guarda esos cuchillos — las armas parecían haber saltado a mis manos, su voz ronca acentuó la delgadez de la mía.

Ante mi visión nocturna estaba una cara configurada para aterrorizar, con los ojos y cabello más negros que hubiera visto alguna vez. No tenía barba y las cejas eran una raya borrosa, en la sonrisa los dientes parecían adecuados para moler piedras. La indumentaria, común y destrozada por el uso, era de fuerte manufactura. Para mi sorpresa no percibí olor extraño alguno. Sin embargo muchos humanos tenían un aspecto similar, este dukke podría confundirse entre los hombres que merodeaban los bajos fondos de las metrópolis del mundo. De habérmelo encontrado en diferentes circunstancias, sólo aquella profunda lucha emocional, que percibí en el primer instante, me habría indicado su naturaleza no humana.

Al parecer en su interior los barrotes habían ganado la batalla, la bestia se mantendría dentro. Entonces guardé los puñales y hablé, después de aclarar varias veces mi voz.

—Gracias por salvarme Dolk.

La cruel sonrisa aumentó.

—Tenía dos milenios y medio esperándote, no debes morir por ahora.

Esas palabras sonaron como si hubiera pospuesto mi ejecución. Sin moverme continué hablando.

— ¿Me esperabas? ¿Cómo es eso Dolk?

Con sólo una mano levantó el bulto de comida, tan pesado como muchas veces mi cuerpo y giró para irse. Por encima del hombro emitió un ronquido de titán

—Eres valiente, como dijo la dama Esens.

Percibí el efluvio de una extraña emoción, reprimida detrás de la bestia, y la asocié con la memoria de aquella magnífica mujer.

—Me habría gustado conocerla mejor, su recuerdo me entristece, deseo que su esfuerzo sea premiado, y logremos salvarnos —dije con auténtico sentimiento.

Dolk se detuvo.

—Eres el único humano vivo que la conoció.

El dukke levantó la cara y murmuró pocas palabras.

—Mor, no quiero que esto se oiga en el refugio.

Con lentitud se dejó caer sobre un promontorio de fragmentos del techo, derrumbados hacía mucho tiempo. Desde allí me observó, con los dos carbones de su cara; yo lo veía como a través de lentes ahumados y a pleno sol. Después me enteré, también él era capaz de escoger a voluntad la amplitud de su espectro ocular.

Habló, mientras afuera se iniciaba otro aguacero, acompañado de truenos y relámpagos.

—Nos trajeron de Marte, donde fui fabricado. Éramos un ejército exterminador. Teníamos vehículos de persecución, antes utilizados en minería, en aquellas montañas rocosas del planeta rojo. Si los vieras creerías que son animales, aprovechan la estructura probada por la naturaleza durante millones de años. Fue otra guerra religiosa, perseguíamos los adoradores de imágenes femeninas; esclavizamos naciones enteras, buscamos bajo tierra y en el lecho de los mares; nada continuaba vivo sobre el camino de nuestras tropas.

Entonces miró a lo alto, parecía buscar más allá de los quinientos niveles del edificio. Suspiró con desolación, por un instante pareció alguien muy joven decepcionado del futuro aún no vivido.

—Por todos los espectros infernales Pil, me cansé. Fueron siglos y siglos matando humanos y dukkes.

Me observó de reojo.

— ¿Sabes por qué nos llaman así?

—No Dolk, no lo sé.

—Hace más millares de años de los que puedas imaginar, los primeros fuimos juguetes, para mujeres sin hijos. Y mírame ahora, ¿te parezco un muñeco?

Lo miré de pies a cabeza.

—Me pareces una obra de arte Dolk, muchos humanos querrían ser como tú.

Sorprendido volteó y mostró los dientes, con una sonrisa brillante. El jaguar en su interior se alejó.

—Has tenido tiempo para leer Pil, pareces un filósofo.

No le pregunté qué significaba esa palabra, sin embargo capté la idea.

—Bueno Pil, entonces yo fui el perseguido. Me había revelado y estaba en guerra contra todo lo humano. Éramos millones de millones en la misma circunstancia, en todo el sistema solar. Cuando nos capturaban sufríamos torturas que ningún hombre o mujer podría soportar, nuestro mecanismo de reparación celular, a nivel de las moléculas, es gobernado por nuestra conciencia, y casi nunca queremos morir.

— ¿Casi nunca?

—De eso te hablaré.

Guardó silencio, parecía absorto en un recuerdo desolador. Yo esperé sin moverme.

—Un día caí prisionero, me habían paralizado con una descarga de alta tensión, suficiente para matar diez hombres. En el interrogatorio me arrancaron las manos, un ojo y los genitales, estuve a la intemperie por muchos días, sin agua ni comida, aún así yo no quería morir.

Frunció el ceño, parecía estar planteándose una vieja pregunta.

— ¿Alguna vez has caído en letargo y de repente algo te despertó? Fue el momento de una encrucijada en mi existencia. Sobre el campamento militar se arrojó una fuerza de rescate, ganaron la batalla, pero no venían por mí, buscaban su propia gente prisionera, seguidores de la Dama y El Niño. Ya se iban, cuando la mujer que comandaba los atacantes me vio atado con cadenas. Su bello rostro y el largo pelo gris al descubierto, eran un grito de libertad, y su cuerpo un llamado a la vida. Recuerdo cada palabra.

“¿Cómo te llamas amigo?”

“Dolk”

“¿Si te suelto me atacarás?”

“No. ¿Quién eres?”

“Mi nombre es Esens”

La voz gutural de Dolk había mostrado odio hasta ese momento, entonces adquirió un tono diferente.

—Cortaron mis cadenas, limpiaron mi cuerpo y alimentaron mis células a través de las venas. En su cuartel, oculto bajo tierra, regeneré mis manos y órganos, es un proceso muy doloroso. Fue la primera vez, en mi larga existencia, que seres humanos hicieron algo bueno por mí.

Dolk bajó la cara y apoyó la frente en su puño, con el codo sobre la rodilla. Mientras parecía estar negando con la cabeza, habló con un sentimiento que nunca imaginé pudiera tener y expresar.

—Ella me hablaba de sus creencias, de su lucha contra el régimen, iniciado el Glorioso Año Uno de la Nueva Era. Me describió los edificios que había erigido en Ciudad Himmel, la mega metrópolis, muy al norte de allí.

Levantó la cara y de nuevo miró a lo alto.

—Entonces nos descubrieron, hora de sombras malignas, todos murieron, incluyendo la familia de la dama Esens. Logré escapar con ella, mal herida. Antes de perder el conocimiento me dio las coordenadas de este edificio, la Torre Kro, así la llamaban, asimismo contraseña y el nombre Mor. Esta zona de la ciudad estaba muy habitada y me vi obligado a traerla a través de los subterráneos; llegué cuando agonizaba y desde doscientos metros bajo tierra Mor nos ascendió al refugio secreto, donde pocos años atrás la habías conocido en tu viaje hacia el pasado.

Yo escuchaba con todo mi cuerpo, la idea de un repugnante dukke estableciendo un nexo físico y espiritual con un ser humano, contradecía todas las historias terroríficas oídas en mi vida.

Dolk me observó de frente y habló con una paz similar a la que algunas veces percibí en Be, la devota muchacha de la mujer y el niño.

—Fue un milagro del Poder Invisible, Pil. La dama Esens sobrevivió, y también gracias a la ciencia de Visdom —entonces sonrió con amplitud—, todos lo consideran una máquina, es un mago elegido, un genio prisionero en una botella de metal.

Hoy también sonrío al recordar esas frases, Dolk al igual que Mor, sentían confusión entre la magia y lo incomprendido, de la misma forma que los seres humanos lo hacemos. En ese momento yo no supe qué decir.

—La dama Esens vivió treinta y cinco años más, hablaba de ti todos los días Pil, hubo momentos cuando tu imagen se le confundió con la de sus hijos asesinados en el campamento, la acompañé hasta el último instante, viendo su cuerpo envejecer y su alma cada vez más joven. Cuando le dije que había decidido morir después de ella, me pidió le hiciera una promesa.

Para ese momento mi garganta no respondía, tenía ganas de llorar, ahora lo hago con libertad y dolor.

El dukke continuaba inmóvil.

—Mi dama Esens pidió te esperara, le prometí, con cada una de mis células, hacer todo el esfuerzo.

Se levantó, el jaguar había regresado.

—Estaré cerca Pil.

Con el pesado bulto en el hombro, dio un salto y se confundió con la lluvia.


El ascensor cerró las puertas.

Cuando llegué al refugio, un centenar de niños y niñas gritaron de alegría. Me levantaron en hombros y fui paseado por el gigantesco salón iluminado como el crepúsculo de un día triste.

Yo no comprendía por qué tanto júbilo, un momento después entendí, estaban impresionados por la velocidad con la cual desenvainé los cuchillos frente a un enemigo temible, y la posición de ataque asumida con las armas. Yo no había querido participar en las prácticas de lucha, aprovechando mi convalecencia, aunque en la piscina cada día entrenaba durante horas. Para todos, mi actitud fue una sorpresa, y una demostración de valor que los llenaba de orgullo.

—Te moviste como una flecha Pil, siempre lo hiciste en las calles, ¿recuerdas? —lo había dicho Valp, el de cabellera larga, segundo al mando en la pandilla de Rask; y me palmeó la espalda con entusiasmo.

Las niñas estaban alrededor, manteniendo distancia con los muchachos. Hicieron sitio y pasó Vell, ella me dio un beso en la mejilla y un vaso con agua. Llegó Rask, estrechó mi mano y de repente me abrazó con emoción y ternura, todos aplaudieron.

—Debes ir a descansar Pil —casi ordenó Vell, muy cerca de nosotros.

—Sí, me hace falta —contesté con rapidez y todos me abrieron paso hacia mi cubículo.


Días después estaba yo en las duchas, preparándome para intensas horas de práctica en la plataforma de saltos a la piscina, y escalada de rocas, en la pared recién construida. En ese momento me preguntaba si estaríamos capacitados para nuestro viaje, hacia aquel distante sitio donde encontraríamos refugio seguro. Teníamos un año, ocultos en la Torre Kro, el rascacielos de Ciudad Himmel, y me preocupaba, a muchos les faltaba destreza para superar el tipo de obstáculos que encontraríamos.

El doctor Visdom había pronosticado un mínimo de año y medio en alcanzar las condiciones mínimas de salud física, necesarias en la empresa. Nosotros, en especial los varones, teníamos acumuladas muchas deficiencias dietéticas, habíamos necesitado multitud de reparaciones dentales, fracturas mal soldadas y solución a problemas digestivos. Todo ello había sido una gran oportunidad para Vell, bajo la tutela del doctor Visdom, así perfeccionó conocimientos y destrezas médicas.

De súbito apareció la imagen tridimensional de Mor, vestida con un traje de baño amarillo, conformado por dos piezas.

—Hola Pil —saludó y con movimientos diestros se quitó los dos pequeños trozos de tela virtual, sobre ella apareció una regadera, desparramando una lluvia de agua tan real que me fue casi imposible diferenciarla con la de mi ducha.

Fue la primera vez en mi vida que vi una mujer desnuda.

— ¿Es algo importante? —para mi sorpresa la pregunta había salido sin tartamudeo.

—Ha sugerencia del doctor Visdom, hace varios meses inicié un agregado de sustancias anticonceptivas en la dieta de todos, inocuas en los menores. Sabes qué son los anticonceptivos, el doctor Visdom ha dado muchas explicaciones y no es tema desconocido para nadie.

Tratando de mantener la vista fija sobre su cara, brillante por el agua virtual, dije la primera pregunta que pude atrapar en mi aturdida mente.

— ¿Y por qué me lo estás diciendo en este momento?

—Es por tu tranquilidad, obsérvate Pil, tienes vello púbico incipiente.

Entonces sonrió con malicia, mirando hacia mis muslos, fue la primera vez que observé tal expresión en su rostro.

—Mira, estás iniciando una erección Pil, tus glándulas trabajan de manera correcta.

Corrí y con rapidez me enrollé la toalla en la cintura.

Entonces oí, también por primera vez, algo asombroso: la risa de Mor. Fue alegre y cantarina, y yo también reí.

—Sabes Pil, si alguna de las muchachas queda embarazada no podrá viajar con ustedes, deberán abandonarla aquí, con el bebé.

Antes que iniciara alguna observación, Mor lanzó otra noticia.

—Desde hace meses hay súper tormentas en todo el planeta, con granizos enormes. Algunos pesan hasta diez kilos, puedes imaginar lo que pueden hacer. Mañana en la noche llegará, tendremos inundaciones, rayos y truenos, el mar invadirá parte de la ciudad, en varias semanas el agua estará a más de ocho metros sobre la base del edificio. Ese es el peligro de muerte inmediata que antes mencioné, si los atrapa durante el viaje.

Las glándulas de mi cuerpo se olvidaron de asuntos frívolos y todo mi cuerpo se tensó.

— ¿Significa que no podremos escapar de la ciudad?

—En este momento no tengo respuesta para esa pregunta.

Quedé sumergido en un letargo, durante horas fue imposible concentrarme en los ejercicios para la competencia por parejas de aquella semana; una frase de Vell me hizo reaccionar, cuando no sincronicé a tiempo mi salto con el suyo.

—No te rindas Pil, juntos debemos ganar —y por un instante apretó su cuerpo mojado al mío.

Desde ese día el sólo recordarla endurecía mi coraje.

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